La Caída de Constantinopla
Por Rolando Castillo
Qué significó Constantinopla para el mundo
Los ejércitos que sitiaron Constantinopla a través de los siglos
La catástrofe de 1204 y sus consecuencias
Los intentos turcos antes de 1453
En qué estado se encontraba la capital bizantina en 1453
La temible triple muralla de Teodosio II
Crónica del sitio de Constantinopla
La suerte del último emperador
Las consecuencias de la caída para el mundo europeo y cristiano
Qué perdió el mundo cuando cayó La Ciudad
Introducción.
“Apenas salido de la infancia y antes de alcanzar la edad viril, fui arrojado en una vida llena de males y turbulencias, pero que permitía prever que el porvenir nos haría considerar el pasado como una época de serena tranquilidad,” Manuel II Paleólogo, emperador (1391-1425).

Ya han pasado más de 550 años de la caída de Constantinopla, uno de los sucesos más importantes de la historia de la humanidad, tan fundamental que luego de sucedido el mundo pareció cambiar para siempre, y probablemente la fecha del acontecimiento sea la mejor para separar dos épocas distintas de la historia mundial, ya que el mundo a partir de allí jamás sería como antes.
Es este trabajo un homenaje a todos los habitantes del imperio bizantino que han luchado por mantener sus formas de vida, por sobrevivir, por defender sus tierras, por conquistar tierras perdidas, es una ofrenda a esas personas que vivieron libres durante 1.123 años en la ciudad más hermosa que la tierra haya visto jamás, la ciudad donde se representaba en el ámbito terrenal el mismo orden que en el venerable Cielo donde moraba Dios con su propia corte celestial.
Ya hace 550 años que no está el emperador para dirigir los asuntos terrenales; ya no hay logotetas ni strategos ni drungarios, y ningún sebastocrátor cruza a caballo con su guardia Macedonia para dar órdenes directas del emperador a los gobernadores de Bulgaria o Serbia o el Peloponeso; ya no hay monjes en los monasterios de la capital que discutan sobre la naturaleza de Cristo o sobre el significado de los íconos mientras pasean por los jardines aledaños; no hay más soldados que se apresten a defender sus tierras de las invasiones enemigas; no están más los ricos estancieros de Anatolia que proporcionaban enormes contingentes de tropas y los mejores generales nacidos en sus propias familias a los emperadores; nunca más el pueblo bizantino entraría a Santa Sofía para sentir esa emoción indescriptible de encontrarse con Dios, el emperador y el patriarca todos juntos, y disfrutar de esas luces cambiantes a cada minuto que entraban por las aberturas de la famosa cúpula, de los colores indescriptibles e iluminados de las cuentas de los hermosos mosaicos de sus paredes, de ese sonido único cuando todos están rezando y el eco vuelve enternecedor y soberbio; no están ya los marineros que prestos acudían de puerto en puerto combatiendo a todos los que osaban entrar en aguas del imperio; ya no habrá casas libres con íconos en su interior a los cuales poder rezar largamente y pedirles salud, bienestar y solución a sus problemas; no hay más sublevaciones contra los emperadores injustos o pecadores; no hay más embajadores con regalos para los potenciales aliados, no hay más romanos en este mundo.